Se fue por la puerta grande pese a todo (Foto: ITV.com)
En el día de hoy, Claudio Ranieri -técnico del Leicester City campeón de la Premier League 2015/16- fue destituido de su cargo a causa de la escasa racha deportiva que atraviesa el club inglés.
Lejos está de ser lo que fue aquel Leicester campeón con 23 partidos ganados, 12 empatados y 3 perdidos. De aquel que tuvo a Jamie Vardy -un delantero medio pelo, pero super efectivo, de 30 años que tuvo una etapa de alcohólico porque no podía creer el dinero que estaba cobrando- que hizo 24 goles -uno menos que el goleador de la ciudad de Chingford, Harry Kane- y de aquel Riyad Mahrez que concretó 17 goles y 11 asistencias, y estuvo en boca de grandes clubes de Europa como Barcelona en el mercado de pases de verano. Y es verdad que todo fue salido de un cuento de hadas porque ¿quién iba a creer que un equipo como Leicester, que no ostenta más que este título, iba a estar 16 fechas en primer puesto para consagrarse campeón por primera vez en 133 años, tras ascender hacía una temporada?. De todas maneras, y contra todo pronóstico, demostró que con un once sin recambio podía frotar la lámpara y sacar no sólo al genio -N'golo Kanté- sino también al hada madrina -Claudio Ranieri- y las calabazas -Riyad Mahrez y Jamie Vardy-, todo para llegar a tiempo antes de la medianoche del 2 de mayo y realmente soñar con que ese zapato le quedaba en el talle justo y dejar de limpiar el piso de los grandes equipos ingleses. Y fue tan así que las camisetas se agotaron en la tienda oficial y se vendían a altos precios en sitios de internet como Ebay. Al final -el final- fue feliz, levantó la copa, se clasificó a la Champions League por primera vez también, y las casas de apuestas que se habían reído y colocaron un 5000 a 1 a favor tuvieron que pagar a todos los que apostaron a su equipo y se llevaron varias millones de libras, festejaron el título junto a su ciudad, y probablemente también comieron perdices.
Es una fácil lectura -y aunque poco creíble, real- de todo lo acontecido entre julio de 2015 -cuando Ranieri fue nombrado entrenador- y agosto de 2016 -cuando Ranieri renovó su contrato hasta 2020 después de la hazaña. Pero poco a poco el sueño se fue haciendo realidad, y el Chelsea pagó 36 millones de libras por Kanté -columna vertebral y dueño de la mitad de la cancha-, y los directores deportivos del club campeón quisieron repetir la hazaña pasada -similiar a Moneyball- a base de estadísticas comprando para reemplazar al francés a Nampalys Mendy del Niza o a Onyinye Ndidi del Genk, quienes no resultaron hasta ahora -pasadas 25 fechas de 38- buenos fichajes ni en la más mínima comparación. Además, ya no se ve la efectividad de Vardy o el buen juego de Mahrez, ni siquiera la cabeza de Morgan asoma porque la mitad de la cancha quedó desprotegida y carente de juego. Y pese a alcanzar los octavos de final de la presente Champions League -finalizando primero en su grupo-, y tan sólo perder por 2-1 de visita al Sánchez Pijuán de Sevilla, la dirigencia de los foxes decidió tomar la determinación de destituir al italiano a causa de los malos resultados en el certámen local -a un punto del descenso con grandes chances de hacerlo si no dan vuelta la historia. Esto no se asemeja al fútbol argentino, no es lo mismo ni lo será jamás. Los interéses en juego son netamente económicos -por la inversión para fichajes que se hizo y por los sponsors y regalías del popularismo obtenido, porque para los propietarios en Europa el fútbol es negocio- y no por culpa de una dirigencia nefasta o barras que presionan y amenazan, por el contrario, los hinchas siguen apoyando al 100 por cien -quizá un 80 por cien- al italiano que les dio la alegría más grande y el final más feliz a una ciudad de ensueño que cabalgó sobre una calabaza -esquivando todo tipo de verduras- tirada por 32,5 millones de libras sobre los 450 del Manchester United o los 541 del Chelsea, de la temporada anterior.
Claudio Ranieri fue el conductor, el chofer de esta batahola que auguró y sorprendió a todo el mundo. Le dio identidad, personalidad, confianza y los apoyó con su clásica parsimonia -y con la clásica grande de muzza después de los partidos- desde el banco. Para los que somos seguidores de los pequeños sueños el 2016 fue fatal -en una buena manera- porque no sólo nos identificamos con la historia del Leicester sino que también con la de Ranieri -un clásico "nacido para segundear" que dirigió 16 equipos en 5 países- porque logró su primer título de primera división, y para el que asistió al estadio todos los partidos no fue fácil confiar en un viejo de 65 años que en tiempos tan modernos como los nuestros un estilo tan clásico y conservador como el 4-4-2 nos parece ridículo. Para todos ellos, y de parte de todos aquellos, solo queda decir: Gracias Claudio.
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